¿Y si miente?
Por Verónica Boccardo
Sí, fui una vez al psicólogo y me dijo que lo que a mí me pasaba era…
¿Habrá sido cierto que le dijo?
¿Fue realmente una vez?
Y lo peor, aquello que le dijo ¿Habrá sido cierto?
Trabajamos con un mar de palabras, historias inscriptas, simbolizadas, manojos de imágenes que convocan algunas de las nuestras. El enunciado, lo que el paciente cuenta, a veces con pudor, delante de mí. La pregunta popular es la siguiente:
¿Y si miente?
Paradojalmente lo cierto, hablando de categorías de verdad, es que hablamos cuando creemos que no estamos diciendo nada, algo se filtra por las grietas del discurso, eso importa y es esquivo, sutil, demasiado impermanente a veces pero también deja la promesa de volver.
Discurso, una grieta, discurso y más discurso, otra grieta que se conecta, casi fatalmente con la primera. Esta es la regla del juego discursivo.
Los intersticios de este mar de sonidos significantes que nos convocan son los que no tienen la posibilidad de mentir. Allí trabajamos, dejando de lado el tan poco eficiente «sentido común».
Sería interesante a profesionales y aficionados a la lectura «psi» volver sobre el texto de Freud, «Sobre el análisis silvestre» un texto sumamente accesible y claro sobre el «cómo» de los tratamientos.
Es posible que nuestro ejemplo hipotético del principio sea cierto una y mil veces en profesionales poco experimentados que participan al paciente del primero de sus descubrimientos en el afán de alimentar su propio narcisisismo, como un trofeo personal más que como una ayuda al «otro allí» que sufre.
Estas devoluciones salvajes sólo suelen generar resistencias tales que, en nuestro personaje ficcionado, hará incluso que abandone todo tipo de consulta. Se activan los mecanismos de la negación y otras defensas disponibles, esa primera entrega, la confianza concedida al profesional se repliega hasta nuevo aviso, quizá para siempre.
¿Quién podrá saber tanto en una primera entrevista?
¿Si así fuera, qué tan operativo será decirlo sin más?
La relación terapéutica se construye, se va generando. Sin profundizar técnicamente en la dinámica de los procesos transferenciales, cualquier relación que contemple la necesidad de confiar como sustento, necesita tiempo, camino recorrido, construcción amorosa.
No olvidar que la potestad de «decir lo primero que viene a la cabeza» es patrimonio del paciente. A nosotros nos queda una interesante tríada que debe ser trabajada permanentemente: Timming, Tacto, Dosificación. Una devolución, sea un señalamiento, una mutua construcción o una interpretación dependerán en todos los casos de cuando, como y hasta donde.
Sin desafío a la ética, sin ningún corporativismo axiomático, parece recomendable tomar el tiempo necesario para encontrar terapeuta, un indicador a favor puede ser continuar con aquel que en las primeras sesiones se abstiene de diagnósticos fantásticos.
No se cura por decreto y el dolor psíquico en sus manifestaciones ideativas, somáticas y/o conductuales necesita de un camino sutil, de acompañamiento, de contención, de aproximación hasta que casi sin saber cuando, hemos empezado a liberar la palabra que asomaba por las grietas