Sin duda, la crianza es una gran responsabilidad. Aprendemos a ser padres ensayando, practicando y asesorándonos. En muchas ocasiones nos encontramos con familias que se cuestionan la totalidad de la crianza de sus hijos o sus costumbres familiares a raíz de la conducta de un hijo en particular. Sabiendo que esta práctica reflexiva siempre es beneficiosa, queremos compartir con ustedes algunas ideas que nos permitan considerar que los hijos no son sólo producto de la crianza o de su entorno familiar. También intervienen en esa interacción factores hereditarios y de contexto.
Les presentamos dos casos para pensar…
Nicole es una niña de seis años, tímida y de reacción lenta. Inicialmente, se sentía incómoda cuando el maestro le hacía preguntas durante la clase. Este docente tomó la determinación de hacerle preguntas sólo cuando estuviera seguro de que ella sabría la respuesta. También se aseguró de no preguntarle al inicio de la clase, de modo que la niña tuviera tiempo de ordenar las ideas.
David es un niño de 5 años, vehemente, activo e impulsivo. En su escuela, donde las rutinas son fijas e inflexibles, tiene problemas para quedarse sentado en su sitio y dedicarse al trabajo. Le cuesta mucho participar de la formación sin entrar en conflicto con sus compañeros, con niños de otras salas e incluso, con su maestra.
Estas podrían ser dos situaciones que implicaran una derivación para diagnóstico psicopedagógico, si no miráramos integralmente el desarrollo de estos niños
Desde hace algunos años, la idea de estudiar el origen de las conductas en base al temperamento, ha recobrado fuerzas. Dos hijos de misma familia, con estilos de crianzas similares pueden reaccionar de modos muy distintos. En esos casos, el factor temperamental cobra relevancia.
Definimos temperamento como el estilo comportamental de una persona. Se compone por nueve dimensiones: Nivel de actividad, ritmo, acercamiento-retraimiento, adaptabilidad, umbral de respuesta, intensidad de reacción, humor, tendencia a la distracción y perseverancia (Thomas y Chess, 1977).
Tiene una base biológica e influye en las interacciones con los otros y con el entorno.
En la infancia, los pequeños pueden clasificarse en tres grupos en base al temperamento: niños fáciles, niños difíciles (sólo llegan al 10 %) y niños lentos para animarse (llegan a 15 % de casos estudiados).
En función de tal diversidad, se han desarrollado distintas estrategias para orientar la crianza. Las compartimos a continuación…
Claves para tener en cuenta frente a las reacciones de un niño en la crianza:
– No reaccionar emocional ni instintivamente
– Procurar mantenerse neutral
– No tomar las situaciones en forma personal
– Concentrarse en el comportamiento, no en los motivos.
– Preguntarse: ¿es relevante? En muchas ocasiones, el corregir todo lo que el niño hace, puede volverse ineficaz. Cuanto más reaccionen los padres, peor será el comportamiento del menor. Con la mala conducta, el niño logrará que se le preste atención. Por lo tanto, esta atención la percibirá como recompensa y reforzará el comportamiento inadecuado.
Estrategias generales para anticiparse e intervenir en niños de diversos tipos de temperamento
- Prevea problemas
- Reconozca las diferencias temperamentales de su hijos
- Considere el ajuste de su temperamento con la conducta de su hijo/a
- Utilice la observación para descubrir lugares y momentos problemáticos
- Analice el instante en que se producen los problemas, según la hora del día y el momento de la semana
- Intervenga cuando sea necesario
- Establezca una rutina diaria
- Haga claras y concisas sus expectativas sobre el comportamiento
- Utilice la observación para identificar con quién, cuándo y dónde se generan los problemas.
- Documente lo que funciona
- Decida que conductas son verdaderamente inaceptables y céntrense en ellas
- Minimice las transiciones, interrupciones y distracciones innecesarias
- Ayude a sus hijos a comprender sus propios estilos conductuales y de que forma interactúan con los requisitos de la clase y la enseñanza
- Intervenga antes que los problemas aumenten
Estrategias para intervenir con niños difíciles
- Sea concreto con las conductas que espera
- Evite peticiones generalizadas sobre “buena conducta”
- De instrucciones directas y concisas, no abrume con explicaciones extensas
- No ofrezca opciones si no las hay
- Reduzca tiempos de espera sin actividad
- Genere oportunidades para actividades motoras
- Sugiera ideas al niño para que reemplace las conductas inaceptables por otras aceptables
- Evite confrontaciones y luchas de poder, previendo los problemas e interviniendo con prontitud
Estrategias para trabajar con niños de reacción lenta y tímidos
- Analice que cantidad de tiempo de atención le dedica a este hijo en comparación a los otros
- Elabore una rutina cotidiana que de consistencia y familiaridad
- Anticipe los cambios. Minimice las sorpresas
- Deje que se involucre a la actividad a su propio ritmo
- Seleccione con cuidado a los amigos para invitarlos a casa
- No empuje. Estimule!
Dios nos ayude a tener discernimiento para poder acompañar a los niños en su desarrollo. Sepamos que desde muy pequeños, pueden mostrarnos que llevan su propio sello. Esto manifiesta la autoría de un Creador que nos hace a todos diferentes y diversos.
Confiemos en Dios, el cual nos provee de herramientas para mejorar nuestras intervenciones como padres y terapeutas.
Lic. Cecilia Naddeo
Psicopedagoga
Fuente: “El niño difícil”(1987) Turecki y Tonner Atlántida
“Temperamento y rendimiento escolar”(2006) Keogh Narcea