La depresión se define en psiquiatría como la tristeza y la incapacidad para sentir placer, casi todo el día y casi todos los días por al menos, un período de 2 semanas. Está acompañada de otros síntomas, aunque no siempre se manifiestan en su totalidad. Algunos de ellos son: ansiedad, miedos, inseguridades, sentimientos de vacío, desesperanza, pesimismo, irritabilidad, inquietud, sentimientos de culpa, inutilidad y/o impotencia, pérdida de interés en la actividades que antes resultaban placenteras, incluso la sexualidad, fatiga y falta de energía, dificultad para concentrarse y para tomar decisiones, alteraciones en el sueño y el apetito, dolores corporales diversos, contracturas, en algunos casos, pensamientos de muerte, etc.
¿Por qué escribir acerca de la depresión?
Porque actualmente es la segunda causa de discapacidad mundial global y hacia el 2020 será la primera. Porque es una enfermedad que afecta con mayor frecuencia a las mujeres, provocando esta discapacidad en los principales años laborales, limitando y coartando sus emprendimientos, toma de decisiones y sueños, entre otras cosas.
Es común recibir en el consultorio a mujeres cristianas, las cuales no están atadas a ningún pecado, que aman a Dios con todo el corazón y se esfuerzan en servirlo, y que han estado durante muchos años viviendo por debajo del potencial que Dios les dio, a causa de estar inmersas en un cuadro depresivo.
¿Cuáles son las causas de la depresión?
Hay factoresgenéticos que nos predisponen. Si existen antecedentes familiares de depresión, hay mayor vulnerabilidad a padecerla. Sin embargo, hay muchas mujeres que teniendo fuertes antecedentes en su familia, con madre y padre depresivos, nunca padecen depresión; o por el contrario, hay mujeres que, no teniendo antecedentes familiares, experimentan graves cuadros depresivos. Esto nos muestra que, las circunstancias de vida, el medio ambiente, lo que vivimos a diario, son determinantes en la presentación de este cuadro.
Hay factoresquímicos y hormonales que pueden provocarla. La disminución de algunas sustancias químicas en nuestro cerebro, como ser la serotonina, la norepinefrina, la dopamina; y ciertas alteraciones hormonales, suelen acompañar a una depresión.
Por otro lado, la RMN (resonancia magnética nuclear) en una mujer depresiva, muestra cambios y/o diferencias con la de una mujer no depresiva; incluso se observó que, al salir la mujer del cuadro depresivo, la RMN vuelve a la normalidad.
Otro factor a tener en cuenta, es el stresscrónico. En psiquiatría hablamos de “carga alostática”. ¿Qué es? Es el esfuerzo que realiza el organismo del ser humano por adaptarse a las situaciones de la vida, a los cambios. El cuerpo desea, busca, anhela mantener un equilibrio; cuando una situación estresante amenaza con romper ese equilibrio, realiza un esfuerzo adaptativo para mantenerlo. El cúmulo de estos esfuerzos o cargas alostáticas, en determinado momento agota la capacidad de adaptación y la persona puede enfermarse con depresión.
Vemos que hay un sustento orgánico y biológico o neurobiológico en esta enfermedad.
¿Y qué podemos decir acerca del plano espiritual?
También pueden existir en la vida de una persona, situaciones y reacciones tales como rencores, odios, falta de perdón, entre otros, que desde este ámbito pueden desencadenar la depresión. Aún en estos casos, mientras solucionamos los diversos temas guiados por un consejero espiritual o nuestro pastor, un tratamiento psiquiátrico puede ayudarnos en el proceso, sobre todo cuando hay deterioro en nuestra vida laboral y/o familiar. En muchas ocasiones, las mujeres cuentan que no tienen la fuerza para asistir a sus trabajos, o que maltratan a sus hijos debido a la irritabilidad, o que no logran conciliar el sueño (a veces pueden pasar hasta 48 hs. sin poder descansar), no cocinan o no realizan los quehaceres domésticos básicos porque no tienen la energía para hacerlo. En estos casos y en otros similares, la medicación acertada puede ayudarlas mientras trabajan en consejería pastoral.
Si leyendo estas líneas se identifica con algunos síntomas, ¿qué puede hacer?
Primero, le sugiero que recurra al Gran Maestro de nuestra alma, a nuestro Dios; para contarle lo que le pasa y tomarse un tiempo a solas con El, incluso con la disposición de abrir sus oídos para escuchar lo que tiene para decirle.
No deje de buscar la guía de un consejero espiritual; recuerde que la Biblia nos enseña que “en la multitud de consejos/consejeros está la sabiduría”.
Y por último, no deje de acercarse a un profesional en Salud Mental, quien siempre va a estar dispuesto y capacitado para acompañarle en el proceso de sanidad.
Tenga en cuenta que Dios obra en nuestras vidas de diversas maneras, en algunos casos nos da el privilegio de obrar una sanidad milagrosa; en otros, cambia las circunstancias que nos producen tristeza; y en muchos casos, nos asiste a través de los médicos. Es notorio que Jesús tuvo entre sus discípulos a un médico.
Existen muchos medicamentos en la actualidad que, sin efectos adversos, una buena tolerancia y breves períodos de tiempo, pueden mejorar el cuadro y permitirle explotar al máximo el potencial que Dios le dio.