“Todos somos potencialmente adictos.”
Quizás para muchos, esta frase no resulte agradable. Sobre todo, porque cuando escuchamos la palabra adicción, ésta rápidamente se asocia con cocaína, marihuana, alcohol u otras sustancias químicas. También, se suele relacionar la adicción con la marginalidad y la delincuencia. Pero pensemos primero en qué es una adicción.
Podemos definirla como la dependencia física y/o psicológica a una sustancia, conducta, o relación, que lleva a la persona a realizar acciones compulsivas. Es la incapacidad de dejar de hacer algo, aun sabiendo las consecuencias negativas que esto genera.
Teniendo esta definición en mente, se amplía el espectro de adicciones posibles. Podríamos nombrar como ejemplos: la adicción a las compras, a las apuestas, a los vínculos, al cigarrillo, al sexo, a internet, a las redes sociales, al trabajo, a la comida, a la pornografía, a los videojuegos, a la televisión, etc. Es decir, casi cualquier cosa puede llegar a convertirse en una adicción.
Algunas adicciones pueden ser menos visibles que otras, mientras algunas son aceptadas socialmente, como por ejemplo el cigarrillo; otras hasta pueden ser bien vistas, como la adicción al trabajo. Pero más allá de esto, todas tienen en común el ser realizadas de manera compulsiva y con perjuicio en diversas aéreas de la vida: la física, económica, familiar, emocional y espiritual.
Ya que hemos visto qué es una adicción, y la gran variedad de actividades que pueden convertirse en adictivas, la pregunta que surge es: ¿por qué razón una persona se convierte en prisionera de una adicción?
Con respecto a esto no se puede hablar de una sola causa sino de múltiples causas. Hoy en día se tienen en cuenta factores biológicos, psicológicos, familiares, sociales y culturales en el desarrollo de una conducta adictiva. Pero a pesar de esta multicausalidad podemos encontrar como denominador común una profunda insatisfacción emocional y espiritual, que lleva a la persona a buscar algo que calme el malestar, una anestesia emocional.
La adicción es una supuesta vía de escape del dolor, de la incapacidad de manejar las emociones y la ansiedad. En lugar de poder enfrentar los problemas y expresar el dolor, se consigue un bienestar rápido e intenso. El gran problema es que esta solución intentada encubre momentáneamente el dolor, pero paulatinamente se convierte en una fuente de mayores problemas, que se suman a los que se querían evitar.
¿Qué hacer con la adicción?
Brevemente diremos que lo primero es reconocer el problema. Esto es aplicable tanto para el que la padece como para sus familiares, a quiénes muchas veces les resulta muy difícil reconocer la adicción de un miembro de la familia.
Por otra parte la persona que padece la adicción intentará por todos los medios y durante el mayor tiempo posible auto engañarse y engañar a los que lo rodean, negando el problema. Cuando ya no pueda ocultarlo, intentará sostener la ilusión de control; las frases «yo lo manejo» o «lo dejo cuando quiera» son de las más escuchadas.
Lo más importante es llegar al reconocimiento de que solo no se puede y buscar ayuda.
Aquí los profesionales podemos realizar un aporte muy importante. Pero el trabajo de recuperación no se limita al ámbito profesional. Si bien no siempre es posible, lo ideal es lograr un trabajo de contención en conjunto, armando una red de apoyo que potencie la recuperación y brinde un espacio seguro para la expresión y el aprendizaje. La iglesia puede tener en esto un papel muy importante si se prepara para ayudar en esta temática compleja, no sólo en la contención sino también aportando desde la dimensión espiritual, tan importante para la construcción de un proyecto de vida con significado y propósito.
También es importante que la familia reciba orientación sobre la mejor forma de afrontar la adicción y para modificar creencias acerca de la misma que pueden ser obstaculizadores de la recuperación.
Por último, es importante saber que si bien no hay soluciones rápidas ni fáciles, hay esperanza para ser libres de la esclavitud de la adicción.
Marcelo Muñoz
Psicólogo.